dimarts, 5 de maig del 2009

Páginas en blanco.


Páginas en blanco.

Más pánico que ante una hoja en blanco siento al enfrentarme a mi mente en blanco, cuando nada fluye y no hay sucesión de ideas que transcribir. Entonces a menudo solo cabe esperar y esperar. Empezar un par de frases ingeniosas para sostener la falta de ideas realmente buenas, escribir cualquier cosa por el hecho de no tener nada interesante que escribir. Releer, borrar y empezar de nuevo. Buscar el cabo de otro hilo y tirar de el intentando crear una nueva madeja, elaborar un texto formalmente aceptable aunque sea.

Añoranza de una sensación. Cuando las palabras que expresan mis ideas se agolpan en mi cabeza empujándose, peleando por ser las primeras en llegar a la punta de mis dedos, por ser tecleadas antes que las demás. Cuando mis manos se desplazan a toda velocidad sobre el teclado, como el mejor pianista ante la partitura mas compleja, una música incesante, un tecleo ininterrumpido, sucesión de negro sobre blanco en la pantalla. 

Uno encuentra el cauce de sus ideas para dejar que las palabras fluyan, transiten, discurran, dejando un surco cada vez mas profundo a medida que se avanzan páginas. Cuando las letras ganan la batalla contra el vacío, avanzando terreno a cada línea, conquistando parágrafos hasta adueñarse de un montón de folios, recipiente donde uno vuelca parte de si mismo con la fuerza y la permanencia de la palabra escrita. Así se da forma al texto, palabras que cobran sentido al encadenarse, una voz interior muda expresándose, una melodía sorda sobre el papel.

Primero una palabra, luego otra, después otra más, y así sucesivamente… 

Aunque casi nunca resulta tan sencillo. Solo en ocasiones el fluir es rítmico y constante, la mayor parte de las veces la batalla contra el papel en blanco es larga, laboriosa y agotadora. Aunque la sensación de satisfacción bien vale el esfuerzo. La lectura y relectura de un texto bien elaborado siempre me ha parecido un interesante ejercicio.

Aunque sin duda, muchas veces hay que dejar reposar los textos. Guardarlos en un rincón durante un tiempo, y ver que efecto nos produce su lectura al cabo de ese periodo de “enfriamiento”. También hay otra batalla remarcable al concluir un texto. Primero la de tomar la decisión de concluirlo, pero con la práctica esa decisión cada vez va volviéndose mas nítida. La siguiente batalla es contra la continua corrección, contra la revisión y la rectificación perpetuas. Llega un momento en que debemos decir “basta, asta aquí, ya no corrijo ni una coma”. A mi personalmente es de las cosas que mas me cuesta hacer, así que cuando termino de escribir estoy desecho, fundido. Primero ganar la batalla del negro sobre blanco, y después disponer las piezas de manera que me resulten satisfactorios el contenido y el continente, el fondo y la forma, el mensaje y el texto.....

Este, de momento, lo dejaré aquí.