I.
El alfarero hunde sus manos en el barro frío y húmedo mientras con el pie hace girar el torno y empieza a darle forma a la arcilla. Primero la base, debe ser sólida y estable. Después levanta las paredes del recipiente, lisas y con una leve forma de copa rematada en un borde suave, para darle a la pieza un aspecto armonizado y esbelto. Antes de hornearlo deberá hacerle unas incisiones en forma de gravado para que el conjuro surja efecto.
Elabora un cuenco mágico. Siguiendo una tradición ancestral que le ha llevado a recorrer algunos de los rincones mas inhóspitos del mundo para conseguir los materiales necesarios, el alfarero está dispuesto a reproducir, con sus propias manos, la pieza cerámica mas valiosa de la historia del hombre, “cuenco malaje” o “olla de sombras” se le llama, y los chamanes, hechiceros y monjes de muchas sociedades de la antigüedad los hacían para dotar de equilibrio a la vida social en sus respectivas comunidades.
Desde que el hombre es hombre y se organiza social y territorialmente, diversos males acechan y amenazan a su felicidad plena. La envidia, la ambición, la avaricia, la prepotencia, la ignorancia, la falta de respeto, la insolencia, y la ingratitud por poner solo unos ejemplos, son algunos de los sentimientos y actitudes humanos que no permiten una correcta comunión entre los seres de la especie. El “cuenco malaje” es el objeto mágico que un sabio de antaño inventó para extirpar de la humanidad las sombras que la amenazan. Debe fabricarse con una mezcla de arcillas muy especial, y gravarse con unos caracteres rúnicos que esconden un poderoso hechizo, además debe hornearse durante la luna nueva de abril, y no puede usarse hasta que no haya contenido durante siete días una mezcla de vino nuevo y orín de buey.
Una vez terminado todo el proceso debe ponerse en algún lugar transitado, donde las personas entren en contacto, una plaza o un mercado son los lugares mas habituales. El alfarero escoge la plaza del pueblo, donde además se celebra un popular mercado todas las semanas. Solo tiene que dejarlo allí, las propiedades mágicas del cuenco permitirán absorber y contener cada uno de los pensamientos negativos de las personas que pasen por delante, los liberará de sus peores sentimientos para que, estando mejor consigo mismos, puedan armonizar satisfactoriamente con las personas que los rodean. Así, liberando a algunas personas de sus “sombras” el poder del cuenco incide positivamente en el bienestar de la comunidad. Una vez ha escogido el mejor lugar donde ponerlo, el alfarero solo necesita asegurarse que cada veintiún días, ni uno más ni uno menos, alguien lave el cuenco a conciencia con agua y sal.
II.
A media tarde un anciano camina por la plaza con la ayuda de un bastón, la mano izquierda a la espalda, la cabeza baja y el semblante serio. Cuando le sobrecoge un ataque de tos se detiene para buscar el pañuelo. No está en los bolsillos de los pantalones, intentando encontrarlo en el bolsillo interior de la americana -los bolsillos laterales permanecen cosidos por orden de su esposa, que nunca le a permitido usarlos porqué, según ella, se deforma la chaqueta- el bastón le cae al suelo. La tos no cesa, y al agacharse a recogerlo, desde algún recóndito rincón de sus pulmones un esputo de mocos se apodera de su cavidad bucal. De pronto la ve en el suelo a su lado, una escupidera de barro con unas inscripciones que no consigue distinguir, -se ha dejado en casa sobre la mesa de la cocina, junto al periódico, las gafas de cerca- escupe los mocos con cuidado para no expulsar también la dentadura, se limpia con la manga de la americana y prosigue su trabajoso caminar mientras piensa que esa si ha sido una buena idea por parte del ayuntamiento, recuperar el uso de escupideras como antaño, a ver si de una vez el municipio entra en razón y meten en cintura a esos locos de las motos y detienen a esos hippies que fuman droga en el parque.
De madrugada un joven ebrio anda de lado a lado en dirección a su casa, una imborrable sonrisa boba decora su rostro, ha estado con los amigos, jugando al mus, bebiendo cerveza, se han fumado un par de canutos de hierba y además ha estado zanganeando con la chica de sus sueños. Lo invade un sentimiento de hilaridad, está ilusionado y contento, en ese momento es un joven inmensamente feliz. Si acaso solo tiene una preocupación, se esta haciendo pis. En una esquina ve una especie de orinal de barro que alguien ha dejado en el suelo y mientras orina aliviado y orgulloso se siente, ahora si, absolutamente feliz.
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